viernes, 28 de noviembre de 2008

Pasa el tiempo.

Ya han pasado unos días desde que Jemima, la palomita emprendió vuelo.
Hay un vacio muy grande en mis brazos, donde no siento su cuerpito acurrucarse junto al mío, sus piecitos chuecos al que le hacía masajes ni sus ojitos pícaros, mirándome, sabiendo que era amada.
Extraño besar sus manitos y decirle que la amo, tocar su carita y sentir que toda ella se estremecía de amor.
Muchos pensaron que estábamos preparados para esto, aún nosotros, pero era sólo en la mente, no en el corazón, donde siento un hueco enorme que no lo llenan ni los recuerdos ni las palabras.
Pero es sólo un tiempo, el dolor va dejando paso al consuelo, la paz de saber que ella disfruta plenamente de la vida y la esperanza que allí en los brazos tiernos de Jesús es donde tiene que estar, es lo que nos llena de gozo más allá de la aflicción.
La extraño, si, y me es difícil entrar en casa y saber que no está, pero ella nos enseñó a seguir adelante, a no dejarnos vencer por las dificultades, a abrir los ojos cada día y dar gracias por la vida.
Eso hacemos, acá los papás y en Mendoza sus hermanos.
La vida de Jemima fue y será un ejemplo.
Y la compañía de aquellos que nos aman, nos da la fortaleza de seguir.
Este blog no es para hablar de la muerte, sino de la vida, como así vivió Jemi. ¡A pura vida!

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